domingo, 5 de febrero de 2012

¿El destino es el culpable?

A veces pienso que soy tonta, que caigo en la tentación de entrar donde no debo entrar, de que soy una gata curiosa. De que cada vez que lo veo y no me atrevo a hablar, me callo mil y una palabras de amor que podría cantar a voz en grito en medio de todo el instituto.
Quiero oír su voz de nuevo, quiero volver a sentir su dedo sobre mi espalda y susurrarle al oído lo mucho que lo amo. Aunque me duela reconocerlo lo extraño. Pero no lo extraño ahora, lo extraño desde que lo conocí, extraño todas las noches su presencia, su mirada alegre y esa sonrisa.. esa sonrisa que con tan solo ver te lleva al cielo, te eleva a un mundo aún más bonito.
Cuando estoy a su lado la respiración se me entrecorta, vuelvo a imaginar el roce de su piel. Intento que mis párpados no se empapen de tristeza, no, no hablo de lágrimas, hablo de tristeza. A veces una lágrima derramada es mucho más que una gotita resbalando por el rostro, a veces esa lágrima esconde miedo, rabia, tristeza y, en este caso, sobre todo amor. Mierda. Dije que no iba a llorar.
Me prometí a mi misma no llorar hasta que no fuera algo serio, quiero quitar de mi cabeza esa locura que se me ocurrió un día al pensar que podía acercarme algo más a él de lo que estaba previsto por el destino. Y es que a veces creo que el destino tiene la culpa de que no estemos juntos, porque, ¿hay cosa mejor a la que echarle la culpa que al destino? El destino decide si mañana seguiremos siendo personas, el destino decide si este suspiro que estoy lanzando será el último o no, por lo tanto, el destino también decidirá la distancia entre nuestros corazones, ¿no?
Podría seguir divagando sobre el amor... pero sería algo eterno.



No hay comentarios:

Publicar un comentario