domingo, 3 de enero de 2016

Sparkling Ruby.

Parece mentira que después de todos estos años siga culpándome por este error. De perseguir hasta la muerte un imposible, un irreal, un indoloro, un inhibidor de conciencias y un mal inversor. Llámalo mala conciencia, pésimo sentido de la decepción.
Quizás confunda tu nombre con el de otro hombre. Alguien más… que tú. Alguien menos… que yo misma. Igual se mimetizaron por un momento tu imagen y la suya, haciéndome la vida un poco más sencilla y el corazón más cuidado que de costumbre.
Si nuestra expedición por lo prohibido no fue más que un desorden de la rutina, ¿Qué más me cabía esperar? Hablo de una compulsiva búsqueda de musas y un hallazgo de cien caricaturas. Una baraja de cartas repetidas.

Mas no quiero prolongar demasiado la historia de una autobiografía manchada de café (o quizás ginebra). Hoy no estoy para bromas de Cupido ni para armónicas de Dylan.

...

Y al decimoctavo día creó el amor acompañado de la miseria. Emparejó a los miserables, paradójicamente, de uno en uno con el único propósito de subirlos a un navío en plena tempestad…


PD: Dejé a medias mi libro de culto por las turbulencias.